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viernes, 1 de marzo de 2013

Madrid

Madrid tiene un aquel que yo no sé qué es; bueno sí lo sé, mucha magia, mucha vida y mucha gente por todos lados, o por casi todos.
Tengo la suerte de haber vivido diez años en esta increíble ciudad y, aunque no puedo contar grandes aventuras ni cosas extraordinarias, sí puedo decir que durante todo ese tiempo me sentí totalmente enganchada a ella y teniendo la certeza, cada día más fuerte, de que acabaría echando raíces allí, para siempre. Al final, circunstancias de la vida, el trabajo me llevó a Toledo, pero puedo asegurar que me costó horrores dar el paso, es más, creo que lo di pensando que era algo temporal y que, tarde o temprano, volvería a mi adorado Madrid. No ha sucedido así y ahora la tengo como una ciudad a la que visito con cierta frecuencia, pero que me ha dejado un recuerdo imborrable y un punto de nostalgia cada vez que vuelvo a pisar sus calles.
He tenido la suerte de conocer en ella a las personas más disparatadas y, paradojas de la vida, hacer muchísimas cosas disfrutando de hacerlas sola, como un cine, un largo paseo, mis escapadas al Museo del Prado..., muchas más cosas de las que haría en el pueblo, por ejemplo, donde siempre hay alguien conocido.
Por no hablar de sus múltiples alternativas, o de esas llamadas de algún amigo, a las 12 de la noche de un martes cualquiera, diciéndote "vente para Santa Ana", y encontrarte cosas y más cosas en cualquier calle, daba igual la hora.
O el ruido de la ciudad. Me encantaba tumbarme en la Plaza de España, mirar al cielo y escuchar el sonido; ay, un sonido que casi se podía tocar, de lo intenso que era, y observar a las ninfas de la fuente, solas, desnudas y con el culo mojado.
O simplemente pasear por Gran Vía, ya fueran las 11 de la mañana, las 5 de la tarde o las 4 de la madrugada; a cualquier hora veías algo curioso o notabas esa jungla que pisa el asfalto.
¿Y qué me decís de las cañas en La Latina?, ¿o de los paseos por el Retiro?, ¿del encanto de Huertas?, ¿el olor de Malasaña?, ¿la amabilidad de la gente cuando te diriges a ella y su pasotismo cuando no les prestas ni atención?, ¿y Cibeles?, ¿y las salidas de marcha improvisadas a cualquier hora, en cualquier lugar?
Puede que esté diciendo cosas típicas, pero muy especiales para mí.
Ay, Madrid, Madrid, espérame siempre, que algún día volveré.

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