Tradúceme

martes, 22 de julio de 2014

Valentina

7 de julio de 2014. 

Estoy dormida.

A las 6:30 de la mañana siento un dolor muy intenso y me levanto de la cama.

Al ponerme en pie me hago pis, literalmente, encima.

Que resulta que no es pis, es que he roto aguas.

Despierto a Marcos.

Ambos tranquilos, el anterior parto había comenzado así y hasta casi dos días después no salió la criatura.

Salvo por los dolores, en el anterior no tenía dolores al romper aguas.

Ahora sí, muy fuertes.

Qué hacemos con Vidal, que está dormido, porque nos vamos corriendo al hospital.

Llamo a mi fiel amiga Pili.

Estaba dormida, la despierto, está atontada, divaga..., pero se presenta en mi casa en escasos 15 minutos. 

Mil gracias.

Llamo a mis padres, a los que también levanto de la cama para venir a Toledo.

Y nos vamos.

Cada vez me duele más.

A veces no puedo ni andar.

Estoy un poco asustada, pero intento mantener la calma.

Entro por Urgencias. Son las 7:15 aproximadamente.

Voy andando con una celadora, que me lleva donde las embarazadas. 

Tengo que pararme cada pocos pasos porque el dolor no me deja ni andar.

En seguida me atienden.

La matrona me explora.

"Ya estás de 5 centímetros".

"Quiero la epidural", digo tranquila.

Me ponen una vía, me monitorizan.

"Vas muy deprisa, no sé si dará tiempo, aún debemos ponerte un litro de suero para que te inyectemos la anestesia".

Apenas puedo hablar.

Entra la anestesista a los pocos minutos.

"No, márchate" -le dice la matrona-, "ya está de 9 centímetros, ya no se la ponemos".

¿¿¿¿¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ?????????? - pensé para mis adentros, pero no dije nada, sólo sabía que el dolor era intenso, insoportable.

Llegó Marcos.

Me llevaron al paritorio.

Qué dolor.

Empuja.

No puedo, me duele, me escuece.

La matrona y su ayudante estaban muy tranquilas, cosa que a mí también me tranquilizaba.

Apretaba, pero veía las estrellas, tenía la sensación de que me abría en canal desde los pies hasta la cabeza.

Sé que dije incoherencias, como "me muero", "por favor sacádmela vosotras" o "¿no podrá salir sola sin que empuje?".

Sentía calor, pedí que me apartaran el pelo de la frente.

"¿Qué hago ahora?", les preguntaba cuando no tenía contracción.

"Lo que te pida el cuerpo", me decía la matrona.



Y Valentina tardó poco en salir. 

Eran las 8:45 de la mañana.

3,890 kilos. 50 centímetros.

Me pusieron a la niña encima, que no dejaba de llorar.

Marcos estaba al lado, emocionado.

"Gracias por todo", le dije a la matrona y a su acompañante, porque su tranquilidad y la sensación de que sabían en todo momento qué hacer fue para nosotros un alivio en cada segundo que pasaba.

"Gracias a ti", me dijeron ellas, "ha sido un parto muy bueno".

Sentí un alivio tremendo, ya no me dolía nada.

Pero duró unos segundos solo.

Luego la placenta, después te cosen, te estrujan, te aprietan... 

Pero Valentina ya estaba aquí. Gritando con sus pulmones que ya había salido.

El mismo día de mi cumpleaños.

Felicidades.

Menudo regalo.

Parir es una experiencia muy intensa, animal, pero también muy desagradable. Yo no soy nada sensiblera y no soy de las que se emociona, por eso todas las que dicen que menuda experiencia, que qué bonito y todo eso, me sorprenden, porque yo no lo creo así. Es bonito cuando te ponen a tu hija encima, pero lo demás es bastante horrible, los empujones, el dolor, las exploraciones... Te sientes completamente vulnerable, a merced de unos y otros y tumbada en esa camilla, casi de tortura, totalmente indefensa, esperando que todo acabe de una vez.

Y yo puedo sentirme muy afortunada por este parto, rápido, limpio, sin complicaciones; porque el anterior fue largo, muy doloroso y agotador, y con cierta complicación. Por eso llevaba unas semanas, o casi diría que unos meses, asustada, nerviosa, porque la primera experiencia fue tan brutal y tan traumática, que sólo la idea de que se pareciera ni lo más mínimo me daba escalofríos.

Pero no fue así. Duele, vaya que si duele, pero se cumplió mi deseo: corto, por favor, algo corto.

Y este ha sido mi 38 cumpleaños, con una personita más a la que cuidar, por la que desvelarnos.

Bienvenida.