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martes, 20 de enero de 2015

Situaciones (VIII): Casada con un cazador

Mi marido tiene muchas virtudes, pero un pequeño defecto: es cazador. Y no es que considere que ser cazador sea un defecto, es que mi marido no es un cazador cualquiera, se siente tan arrastrado por su afición que bien podría volver a la época de las cavernas; estoy segura de que le encantaría vivir en una cueva y que cada mañana le dijera "cari, hoy trae para comer un mamut". 

Y yo, con paciencia y a veces con no tanta, sufro las consecuencias.

Primera consecuencia: de repente... ¡desaparece!

Creo que esta es la más molesta de todas. Estás en la camita tan a gusto, adormilada, mmmmm, qué bien, hoy es sábado, podremos disfrutar de un ratito en la cama, hablando, sin estar pendientes del despertador. Te desperezas, te sonríes, palpas con la mano su lado de la cama, vuelves a palpar, lo vuelves a hacer esta vez dando manotazos, tus ojos se abren como platos, tu sonrisa se petrifica, te das la vuelta y ¡¡allí está!!, ¡¡su hueco vacío y son las 7 de la mañana!!
¡¡Ggggrrrrrrr!!, lo ha vuelto a hacer, se ha ido sigilosamente. Saltas de la cama para comprobarlo, aunque sabes de sobra que no hay nada que comprobar. No está en la cocina, en el despacho; miras en el armario y su ropa de caza tampoco está. ¡¡¡¡Aaaayyyyyyy, se ha vuelto a ir!!!! Te acuestas más cabreada que una mona e intentas conciliar el sueño para no caer en la peligrosa tentación de mandarle un mensaje incendiario al móvil.

Mi marido, tras abandonar el lecho conyugal.
Segunda consecuencia: pico de ave, orejas de conejo

El amiguito de Bamby, Tambor, me cae gordísimo, probablemente porque habré comido más conejo en los últimos cinco años que mucha gente anciana en toda su vida. Arroz con conejo, patatas con conejo, conejo al ajillo, conejo con tomate, conejo frito y conejo en escabeche. Los he comido en todas sus versiones; sí vale, está muy rico, ¡¡pero prefiero el pollo!!
Y no hablemos de las palomas: paloma estofada, croqueta de paloma, cocido con paloma.
A veces me levanto por las mañanas y al mirarme al espejo creo que tengo pico de ave y orejas de conejo. 
Mi marido se defiende alegando que nos ahorramos cantidad de dinero en comida y que la carne de caza es sana y no engorda. ¡¡Que alguien me invite a chuletón!!

Tercera consecuencia: me chifla ronchar plomo

Es muy agradable cuando, por cuarta vez esta semana, estás comiendo conejo y, de repente, muerde que te muerde, de pocas te rompes una muela porque te acabas de meter en la boca sin querer un plomo. Son diminutos, no se ven, pero ojo si los muerdes, qué sensación taaaaaaan agradable :(

Cuarta consecuencia: sorpresas en el frigorífico

Sin ir más lejos, el otro día abro mi nevera, el cajón de la fruta, meto la mano para coger un plátano y... ¿quién me manda a mí rebuscar? Di tal salto hacia atrás que casi acabo en la casa del vecino. ¡¡¡Un pájaro muerto en mi frigorífico!!!, ¡¡¡con plumas y todo!!!
Señor, señor, ¿pero no te dije que no quiero bichos con plumas o pelos en mi casa? Es inútil y, viendo la inutilidad de mis palabras, he optado por no abrir el congelador salvo en casos estrictamente necesarios de hambruna acusada.
Es un factor sorpresa a veces difícil de asumir, y si no que se lo digan a mi cuñada (la hermana de mi marido), que tiene fobia a todo bicho alado con plumas (por qué será), y un día, tan cantarina ella, fue a buscar un helado al congelador de casa de sus padres y dio tal alarido que pensamos que se le había caído el frigorífico encima y le había rebanado las piernas, como poco. Resulta que había dos inocentes palomas congeladas.

Quinta consecuencia: intentar que te guste la afición de tu marido y salirte el tiro por la culata (nunca mejor dicho)

Mi lamentable aspecto en la única
montería a la que he ido.
Yo un día le dije "yo quiero ir de montería contigo", así, ala, y que Dios nos pille confesaos. A mi marido le hizo tal ilusión que hasta que no dio con una montería relativamente buena que nos pudiéramos permitir, no me llevó. Peeeeeeero, cuando llegué allí, me di cuenta de que parecía de todo menos una montera y tampoco me imaginé la cantidad de mujeres que allí me encontraría. Qué portes, qué estilazo, qué combinación de colores en su vestimenta, qué guapas..., ¿y yo?, estuve una semana pensando qué me pondría y al final me puse lo que tenía color marrón y verde en mi armario. Conclusión: un poema. Otra conclusión: qué frío. Otra más: resulta que en el puesto no se puede hablar, no se puede ni respirar. Y la última y la mejor: qué rico el desayuno y la comida y qué buen ambiente..
Estuvo bien como experiencia, pero no la repito.

Sexta consecuencia: cosas positivas

Hay que decir que a todas estas cosas también hay que sumar algunas otras muy positivas, como es el amor al campo. Tal vez suene cursilandis, pero es cierto. A mí siempre me ha gustado el campo y teniendo un marido al que le apasiona, pues es muy fácil seguir en permanente contacto con la Naturaleza. A mi hijo le encanta; se hace el remolón para ir al cole, pero aunque sean las 7 de la mañana, si le digo "Vidal, ¿quieres ir con papá al campo?", salta de la cama como un resorte porque quiere llegar el primero.

Ensalada de perdiz toledana. ¡Riquísima!

Y también está el tema de la comida. Es cierto que a veces te saturas de tanto conejo al ajillo, pero además de ser carne muy sana (mi hija de seis meses ya ha tomado un puré de verduras con pechugas de zorzal), nos ahorramos mucho dinero e intentamos innovar y hacer cosas distintas, como ensalada de perdiz, hamburguesa de jabalí, macarrones con tomate y carne picada de venao...

¿A nadie se le hace la boca agua?