Vidal es mi hijo. Tiene
casi tres años y la capacidad de sorprenderme cada día, de
arrancarme una sonrisa o hacerme sentir querida, necesitada e
imprescindible. No sé si esto siempre es bueno, pero es lo que
siento ahora, mezclado con el montón de experiencias que he vivido
no desde que nació, sino desde que supe que ya existía en algún
lugar de mi interior. Tocarle, abrazarle, acariciarle ha sido para mí todo un descubrimiento que no puedo comparar con nada.
Cuando pensé en
escribir este post decidí hacerlo para que él lo lea cuando sea
mayor y pueda entender muchas más cosas que ahora; pero creo, ahora
mismo, que voy a escribirlo solo por mí, porque me apetece y porque
a cada toque de tecla me recorre una sensación extraña
que va desde mi estómago hasta mis ojos, de emoción y de
agradecimiento porque la vida me haya permitido vivir esta
experiencia y tener a alguien como él, que ahora, cada día, me
repite constantemente “mamá, te quiero muuuuuuuuuuuucho”.
Podría decir muchas
frases mil veces repetidas de “es lo mejor que me ha pasado en la
vida” y cosas por el estilo, pero prefiero no decirlas, porque
Vidal me ha hecho sentir cosas magníficas, pero también cosas no tan buenas; algunas las sabía de oídas, otras ni las imaginaba. Desde que supe de su existencia sé con una certeza casi
física lo que es tener miedo, sé también lo que es sacarte de tus
casillas, llorar de impotencia, tener sentimientos de culpabilidad cuando no estás con él, necesitar estar sola, contar hasta 100 o hasta 1.000 o
perder la paciencia en un segundo; o ver en televisión, o en un
periódico, o que simplemente te cuenten el sufrimiento de un niño y
sentirte triste porque te imaginas que podría ser tu hijo y porque
te lo llevarías a casa en ese mismo instante y le abrazarías
susurrándole palabras de cariño durante horas y horas.
Cambia tu manera de pensar, para bien o para mal, tu manera de sentir y hasta tu percepción de la muerte, de tu propia muerte. Antes le tenía miedo, ahora sólo pienso que, si falto, mi hijo no va a tener a su madre. Me descubro a mí misma pensando en él, en su pequeñez y su inocencia, y no en mí. Es tremendo, hasta que no vives esto no te desprendes completamente del egoísmo de pensar casi únicamente en ti mismo.
Pero Vidal también me ha enseñado a valorar mucho más cosas que antes tenía al alcance de la mano siempre que quería. Ahora valoro más a mis amigas, mis encuentros con ellas y esas charlas interminables entre nosotras. Me saben a gloria, porque no las tengo con mucha frecuencia y, cuando suceden, las exprimo hasta la última gota. Valoro mucho más mis ratos en soledad, ratos elegidos, para pensar, para pasear o simplemente para no hacer nada. Y valoro los ratos con mi marido a solas, pero a solas de verdad, tomando una caña, una copa o cenando en cualquier parte. De estos tenemos pocos, pero también me encantan, hacen falta y son hasta saludables para todos.
Sé que él ha cambiado mi vida y yo quisiera ser, en la suya, simplemente su madre. Alguien a quien agarrarse cuando lo necesite, alguien que le enseñe a sonreír, a disfrutar y también a saber qué es la vida. En realidad yo creo que no sé mucho de ella, pero intentaré enseñarle lo que pueda, hasta que él sepa volar solo. Ahora, cuando le veo dormir, me parece como si fuera una cajita llena de sorpresas, de emociones, de experiencias esperando impacientes a salir. Por eso, seguramente, cada mañana se levanta con unas enormes energías que nos ponen las pilas a todos ¡¡¡¡Depieta mamáaaaaaaaaaaaaaaa, depieta papáaaaaaaaaaaaa, que ya es de díaaaaaaaaaaaaaaa!!!
Sé que él ha cambiado mi vida y yo quisiera ser, en la suya, simplemente su madre. Alguien a quien agarrarse cuando lo necesite, alguien que le enseñe a sonreír, a disfrutar y también a saber qué es la vida. En realidad yo creo que no sé mucho de ella, pero intentaré enseñarle lo que pueda, hasta que él sepa volar solo. Ahora, cuando le veo dormir, me parece como si fuera una cajita llena de sorpresas, de emociones, de experiencias esperando impacientes a salir. Por eso, seguramente, cada mañana se levanta con unas enormes energías que nos ponen las pilas a todos ¡¡¡¡Depieta mamáaaaaaaaaaaaaaaa, depieta papáaaaaaaaaaaaa, que ya es de díaaaaaaaaaaaaaaa!!!