Tradúceme

martes, 18 de febrero de 2014

El timeline de Vilma Picapiedra

- Perdona Susana, necesitamos que nos paséis el breafing porque tenemos que enviar el timeline a Barcelona, y si puedes incluir la landing page, mejor.

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿????????????????????????????????????

Levanté la ceja y miré rápidamente a la pantallita de mi teléfono en mi mesa de trabajo, porque me había parecido ver que la llamada venía de Madrid, y no de Nueva York, Londres o alguna ciudad extranjera. ¿Breafing?, ¿timeline? Se me quedó helada la mente, no había entendido ni una palabra de lo que me había dicho esta chica tan pija y agradable, y lo peor de todo es que me estaba dando una orden, quería que hiciera algo, esperaba algo de mí, además de manera urgente, y no había entendido ni papa.

Yo así, ala, tan valiente, como si no hubiera un mañana, le contesté:

- Sssssí, por supuesto, en unos minutos lo tienes.
- Aahh, ¡qué bien! -contestó la chica-, ¿sólo tardarás unos minutos? Pensaba que aún no habías hecho nada de la mini site.
- ¿QUÉÉÉEÉÉÉÉÉEÉÉÉÉ´?????, pero tía, háblame en castellano, que tenemos una lengua más rica y variada que la ensalada mediterránea.

Eso no se lo dije, sólo lo pensé. Y de nuevo, armada de valor cual Juana de Arco, o más bien cual loca de la colina, decidí que no iba a quedarme atrás y metería en nuestra conversación otra palabreja de ésas que precisamente ayer escuché.

- No te preocupes, nos queda poco más que definir el claim.
- ¡¡Qué me dices!!- dijo ella encantada de la vida. Y fue cuando me di cuenta de que había dicho algo terrible, que implicaba algo que no tenía ni idea de lo que era.

"Ufff, cuando cuelgue el teléfono y mi jefa se entere de esto voy derecha a las listas del paro". Y lo peor de todo, porque yo estaba apuntando todo lo que me decía la tipa, ¿en qué diccionario busco yo ahora todos esos términos que me ha dicho que haga? 

De repente me sentí como Vilma Picapiedra engullida con su troncoteléfono por una jauría de palabras sin sentido.

- Entonces genial,  ¿ya habéis tenido la brainstorming?, si nos dais más ideas de claim, nos vendría fenomenal. ¿Habéis pensado también en cómo vais a hacer la newsletter aportando la idea de win-win?

AY DIOS MÍO, esta conversación debía acabar cuanto antes. Después de decirle un decidido "Sí, of course", que le produjo una risilla nerviosa, mi mente empezó muy deprisa a pensar en qué hacer para no volver al trabajo en al menos dos o tres meses.

Pero la chica seguía erre que erre con sus palabrotas.

Vilma Picapiedra con su teléfono de última generación.
 - De verdad, sois geniales, y ya si de paso me haces un pequeño análisis del target, sería la bomba.

¿Pero tú qué te has creído?, ¿que te voy a analizar el target? Chica, vete a un médico. Decidí no ser ya tan espléndida y no concederle todo a esta pidona:

- Ufff, no sé si eso va a poder ser.

De repente, silencio absoluto. Con esas pocas palabras me dio la sensación de que le había dado un tortazo en toda la cara con mi troncoteléfono.

- ¿Cómo? -dijo con tal tono de voz que parecía que estaba tirándose de los pelos- , ¿no habéis analizado aún el target?, me dices que tenéis la landing page, la newsletter y hasta el claim, ¿y no tenéis el target?

Ahora el silencio vino de mi parte; la tía hablaba como si tener todas esas cosas y no tener el target fuera como tener un coche sin ruedas o, peor aún, un plato de pollo frito sin el aceitito para mojar. Volví a ponerme mi coraza de superwoman.

- Pues no, lo siento un montón, se nos perdió ayer.

Yo es que ya me lié la manta a la cabeza y me dije "ala, de perdidos al río, voy a cargarme a un cliente en menos que canta un gallo. Así, porque yo lo valgo, soy una fenómena, que estas cosas que pide no pueden ser decentes".

- ¿Es que se os ha caído el sistema? -me preguntó alarmada.
- Mmmmmm, sssssí, quiero decir, se cayó pero afortunadamente ya está todo en su sitio, excepto el target, que no aparece por ningún lado.
- ¿Pero es que no habéis hecho un copy page?
- Pppppuessss, hacer, lo que se dice hacer... Lo hemos encargado.
- ¿Cómo?
- ¿Qué?
- Ya sabes que estamos dando a conocer nuestro branding y contamos con vuestra colaboración.

Una auténtica nube negra estaba posada sobre mi cabeza y estaba echando un chaparrón interminable. Me sentía patética y empapada, ¡¡ay no!!, ¡¡no era un chaparrón, era mi sudor que corría raudo por mi frente y golpeaba lentamente las teclas de mi ordenador!!

- Sí, sí, sí -dije por salir del paso- el branding está claro.
- ¿Pero qué pasa con el target?
- Yo te lo busco.
- ¿No tienes netbook?
- Mmmmmm
- ¿Ipad?

¡¡La madre que la parió!!, ¿por qué no sería esta chica de Tomelloso, por poner un ejemplo? Seguro que entonces nos entenderíamos mejor.

- Oye Susana, ¿te pasa algo?, no entiendo nada de esto.
- ¿Que no entiendes nada?, ¡¡pues anda y que yo!!

- ¡¡¡¡SUSANA!!!!!  ¡¡La estás cagando!!, ¿cómo puedes prometer la landing page, el claim y la newsletter en unos minutos y olvidarte del target?, ¡¡contestaaaaaaaaaaaaaa!!

Mi jefa estaba frente a mí, roja como un tomate y más cabreada que una mona.

- ¡¡Susana!!, ¡¡Susana!!, ¡¡¡contesta!!!

De repente sentí un golpe seco en todo mi cuerpo. Me había caído redonda de la cama. Estaba sudando como un pollo asado y respiraba a gran velocidad.

- ¡¡Noooo!!, ¡¡socorro!!, ¡¡sé qué significan todas esas cosas, lo juro!!

Mi marido se levantó sobresaltado.

- ¡¡¿¿Qué te pasa??!!, ¿estás bien?
- Claim, target, branding, newsletter, landing page... -no podía decir nada en castellano.
- ¿Pero de qué hablas?
- Pechuga de pollo, armario, mesa, cuaderno, página, solomillo...
- ¿Pero qué dices?
- Las sé, todas esas palabras las sé, lo juro.
- ¿Qué palabras?
- Dime algo en nuestro idioma.
- ¿Te has hecho daño?, ¿estás bien?, venga levántate y cálmate, ha sido una pesadilla.
- Vale, vale, gracias, con eso es suficiente. Ya me encuentro mejor, ¿qué día es hoy?
- Viernes, bueno ya sábado.

Sí, sí, todo había sido una terrible pesadilla.Volví a la cama, me abracé a mi Pedro Picapiedra y respiré aliviada.



martes, 11 de febrero de 2014

Situaciones (VI): Qué pensar cuando presentas un acto

El mes pasado tuve que presentar un acto ante unas 90 personas y, bueno, creo que es mucho peor tener que dar una conferencia o algo parecido, donde se supone que tienes que dejar al descubierto toda tu sabiduría. Lo de presentar un acto no es así, es algo más liviano, llevas un guion, no estás enseñando nada a nadie, simplemente saludar, dar la bienvenida, ser majísima, sonreír, no parecer tensa como si te estuvieran apuntando con una pistola y, sobre todo, introducir a los que sí van a intervenir y a decir algo de interés.

Así contado parece fácil, pero no lo es. Yo me enteré de que tenía que hacerlo dos días antes, y sólo unas 12 horas antes estuvo en mi poder el guion que tenía que, más que leer, decir a los presentes, siempre adaptándolo a mi lenguaje y a mi forma de ser y todo eso. Que sí, que sí, que está muy bien todo, pero que no es tan fácil, porque subes allí y te das cuenta de que, como es lógico, todos te miran y, algunos probablemente no sólo eso, también te diseccionan.

Yo soy muy de improvisar, no ponerme nerviosa, mantener la calma prácticamente siempre, y en situaciones como esta, donde "sólo" es trabajo, procuro no perder la calma jamás. Pero después de un par de experiencias para un canal local, micrófono en mano como reportera y yo muy atrevida "bah, ya diré lo que sea" y quedarme bloqueada cuando se enciende el pilotito rojo de la cámara y hasta llegar a decir que un grupo de políticos fueron "recepcionados en el auditorio municipal", como si fueran naranjas, decidí que era mejor aprenderse de memoria hasta el último suspiro.

Así que dediqué el par de horas previas al comienzo del acto a aprenderme lo que iba a decir. Hice retoques, lo adapté a mi forma de hablar, ensayé hasta la saciedad..., pero luego llega el momento, te pones delante del micrófono, miras a toda esa gente que no te conoce de nada y... ¡ayyyyyyyyyyyyy, quiero salir de aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!

Penosa primera intervención con cara inexplicable.


Cuando comencé a decir mis primeras palabras empecé a notar un calor recorrer todo mi cuerpo, luego un temblor y luego me dio por pensar que estaba hablando muy deprisa y como un robot. "Ay madre, esto no puede seguir así", pensé, porque era capaz de pensar a la vez que leía y miraba a la gente. En realidad es muy complicado, hay que hacer muchas cosas a la vez mientras parece que no haces ninguna.

Mi primera intervención fue penosa; conseguí a duras penas presentar al primer invitado, que me sustituyó en el atril, y pude sentarme y casi desmayarme. No me desplomé en la silla por respeto al auditorio. Entonces me puse a pensar, a mirar a la gente, y de repente decidí que ya no me pondría nerviosa en mis siguientes intervenciones, ¿para qué? Lo más importante que decidí fue esto: "voy a hacerlo rematadamente bien porque los que están aquí sentados me importan un carajo todos y si doy un traspiés, me la pela", hablando mal y pronto.

Hay gente que tiene como táctica imaginarse al público totalmente desnudo, pero creo que eso supone un esfuerzo aún mayor, porque tienes que pensar en la desnudez de cada uno, ¡¡y los hombres sentados!! A mí la imagen de un hombre sentado y desnudo me desconcentraría aún más. No, no, no es una buena táctica, es mejor pensar que no les conoces, que no te importan, que tú no les importas a ellos y que sólo quieres hacer bien tu trabajo.

Un rato después, dueña de mí misma y con mi pensamiento estrella.


No estaba frente a mi madre, que siempre suelen ser las más críticas, ni frente a nadie que me conociera realmente, así que frente a la seguridad de que todos los que están allí te dan exactamente igual y tú les das exactamente igual a ellos, volví a mi atril a seguir con mi guion, esta vez más confiada, majísima, con la sonrisa en la cara y, eso sí, que una no es de piedra, deseando que acabara todo esto y poder lanzarme sin piedad a los canapés que venían después.