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martes, 28 de octubre de 2014

Cambio espada por Paquito el Chocolatero

El otro día estuve en una boda, de invitada, y es curioso cómo cada vez que voy a una me pongo a pensar en la de cosas que se hacen que, al menos a mí, me parecen bastante ridículas.

Que conste que yo estoy casada y mi boda fue normal y corriente, quiero decir con todos los aderezos de una boda al uso, véase la iglesia, el arroz, el vivan los novios, las fotos, el baile, el que se besen y un larguísimo etcétera. Fue un día muy feliz y todo eso, pero por lo que me negué a pasar fue por el trago de cortar la tarta con mi ya marido con una espada más larga que "Cuéntame".

Lo siento, lo siento y lo siento, pero me parece la mayor horterada del mundo mundial, y que no se sientan ofendidos los defensores de la espada; lo mío es una simple opinión..., que opino que ¡¡pero qué horror!! ¿Quién se ha inventado eso?, ¿algún fabricante de espadas toledanas?, ¿alguna mente perversa que quería dar la oportunidad a alguna novia arrepentida de haberse casado?, tienes la espada, tienes el arma ¡¡ahora o nunca!!

¿Y lo de dar a probar la tarta con la puntita de la espada? Ay madre, eso es entre sádico y obsceno, a la par que ridículo. ¡¡Dios mío, dame una respuesta!!, ¿por qué lo hace la gente? Para mí, aquí os lo digo, es un misterio sin resolver. ¡Que ya la probaremos los demás, hombre, no hace falta que te arriesgues a perder la lengua!

(Por cierto, otro misterio sin resolver que daría para otro post: ¿a dónde va a parar la tarta que con tanta pasión cortan los novios?, porque que yo sepa luego en el plato te suelen poner helado de mango con abanico de galleta cubierto de bolas de mazapán con tarta de Santiago, virutas de chocolate y lluvia de verano de menta. ¿Será una tarta de mentira, de cartón?, ¿entonces qué prueban con la espada, un trozo de papel?, ufff, no me extrañan luego esos traspiés en el vals).

¡¡Cuidado conmigo!!
Eso sí, a mí no me salió gratis la cosa: mi marido, gran amante de las tradiciones y con un sentido del ridículo a años luz del mío, se empeñó en que también quería que en el baile se tocara "Paquito el Chocolatero", cosa que también me parece más feo que pegar a un padre.

La negociación fue un infierno, porque yo quería suprimir ambas cosas, a la espada y a Paquito, pero mi marido fue duro de roer y me llegó hasta a amenazar con dejar que sus amigos hicieran lo que él estaba intentando impedir: soltar un cerdo rabioso en pleno banquete.

¿¿¿¿¿Cómoooooo????, ¿¿¿¿¿dónde iba a quedar la boda elegante, con clase y con glamour que yo pretendía montar???? Me temblaba el cuerpo sólo de imaginar a un cerdo revolcándose en mi tarta o comiéndose ansioso los moños de las señoras. Vale, vale, acepto a Paquito, pero no quiero espada.

Mi marido volvió a intentar sacar algo: "vale, espada sí pero no me la das a probar con la punta", ¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!! No hay espada en ninguna de sus versiones.

Es que no sólo me parece una horterada, sino que además siempre me he imaginado blandiendo la espada, saltando encima de la mesa nupcial cual Uma Thurman en Kill Bill haciendo una auténtica sangría con los invitados más roñosos "¡¡¡¡vaya jarrón feo me has regalado, capullo!!!, ¡¡¡toma tu merecido!!!" o "mona, no mereces vivir, mi antena parabólica es más discreta que tu tocado" o "señora, como me vuelva a repetir ¡anda con Susana, con lo pabita y rancia que ha sido siempre!, le aseguro que usted y su faja no vuelven a ver la luz del día".

Así que, para evitar tragedias, ni espada ni nada; el único riesgo que se corrió en mi boda fue el de algún traumatismo craneoencefálico por culpa de la dichosa cancioncilla. Creo recordar que no hubo ninguno, aunque ahora que lo pienso, no recuerdo nada desde que despedí a mi prima la de Cuenca hasta la mañana siguiente montada en el avión. Porque sí, lo admito, yo también bailé Paquito el Chocolatero.