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domingo, 10 de marzo de 2013

Infancia en la calle

Las tardes de domingo me ponen nostálgica, y si está lloviendo, más aún. Hoy me ha dado por acordarme de mi infancia y los innumerables días que pasé en la calle, como seguramente la mayoría de vosotros.
Era genial, estabas a todas horas fuera de casa, jugando a lo que fuera o inventando mil historias con tus amigas, mil mundos imposibles.
Aquello era un mundo genial, cogías la bici y te ibas a cualquier parte, aunque estuviera cerca, pero imaginabas que eras taxista o que llevabas un mensaje muy importante a alguien. Y qué me decís de las carreras, que siempre acababan con alguna rodilla desollada; o del escondite, el balón prisionero..., mis hermanos jugaban a las canicas y a las chapas, nosotras a la comba o a la goma.
Y siempre, estaréis de acuerdo conmigo, había algún sitio prohibido donde no se podía ir; en mi caso era "el pozo", que todos imaginábamos como un agujero muy profundo, muy oscuro y muy peligroso. Evidentemente la descarada curiosidad infantil hacía que todos, alguna vez, nos asomáramos allí, con el corazón a cien por hora de emoción y las piernas listas para que, al mínimo ruido, echáramos a correr entre gritos y risas nerviosas.
La infancia también tiene su punto de pequeña crueldad y, claro, nos divertíamos llamando a los timbres de las casas para, acto seguido, salir corriendo; gastando alguna que otra broma a la viejecita de enfrente o espiando de muy mala manera (porque siempre te pillaban) a las parejas de novios que se besaban en la esquina.
Qué tiempos tan bonitos..., yo hasta cenaba un bocata en la calle, porque tenía la sensación de que si me marchaba de allí aunque solo fuera un minuto, me iba a perder algo emocionante.
El pueblo donde he vivido todo esto es Manzanares (Ciudad Real) y "la explanada" fue el lugar de todos estos juegos, estos misterios y estas largas y largas horas fuera de casa. Ahora este lugar ya no existe, lo ocupa un centro de salud, y a veces, cuando paso por allí, me da por imaginar que seguro que cuando el centro cierra, se pueden escuchar nuestras risas, carreras y juegos de niños.

3 comentarios:

  1. Madre mía, me acuerdo de esos veranos que eran eternos. Nuestra única preocupación era jugar y que tu madre no te llamara a las 12 de la noche para irte a acostar. Quién pudiera volver a esa época...

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  2. Sí, era la felicidad las 24 horas del día. Aunque no podamos volver a esa época, desde luego sí podemos decir que hemos tenido una infancia de lo más feliz.

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  3. La infancia es el primer escalón de una escalera que llega hasta el futuro. A veces,los que hemos recorrido la mayor parte de su incierta dimensión, perdemos la sensación de nostalgia en defensa propia. Aunque los paisajes no hubieran cambiado, el tiempo les da otro matiz.

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