Tradúceme

martes, 2 de julio de 2013

Mi Polo

Yo tenía un Volkswagen Polo, de los de antes, de los antiguos. Era "heredado", porque lo compró mi padre para mi hermano, luego pasó a mi madre, luego a mi hermana y, finalmente a mí. En realidad no sé si este ha sido el orden real de "dueños" del querido coche, pero lo importante es el cariño que le tenía y lo que me costó desprenderme de él. ¡¡Yo lo quería!! Era mi compañero de viajes, de fatigas... Tantas cosas me pasaron con él... Aunque, a decir verdad, es probable que mis hermanos tengan muchas más cosas que contar ;)
Seguro que muchos de vosotros también habéis tenido un coche de éstos, o un 131, un 127, un Panda, un Dos Caballos..., coches que han formado parte de vuestra juventud, con el que aprendisteis a conducir y que dio algún que otro disgusto a vuestros padres.

Mi polo era único, me encantaba su sonido y esa rapidez supersónica con la que salía en marcha en cuanto metías primera y pisabas el acelerador. Con él aprendí a conducir, me comí unos cuantos bordillos y me di otros tantos "acerazos", pero lo mejor de él fue que se convirtió en mi gran aliado a la hora de volver a casa los viernes y sábados por la noche. Siempre iba muerta de miedo por las calles, andando hacia mi casa de madrugada, y pensaba "cuando tenga el carné de conducir esto se acabó". Y ocurrió, llegó ese ansiado momento y el Polo cayó en mis manos. Cuántas veces he llevado a mis amigas a casa, las he recogido o hemos tenido charlas interminables ahí dentro.


Qué buenos momentos, queridas divas mías.

Lo peor de todo era el calor; mi pobre Polo no tenía aire acondicionado, aunque, a decir verdad, carecía de muchas cosas. Tampoco tenía radio, porque cuando llegó a mis manos ya estaba estropeada y no me tomé la molestia de arreglarla. Y evidentemente el volante estaba durísimo; estoy segura de que mis brazos están más blandos desde que ya no estamos juntos. Pero todo era subsanable. El aire acondicionado, sin problema, cuando hacía un viaje medianamente largo en verano me rociaba la cabeza con agua fresquita de vez en cuando. La falta de radio, pues o conversabas con tu acompañante o contigo misma, que para el caso a veces es lo mismo. Lo malo de las conversaciones de dos es que, si hacía calor, ibas con las ventanillas bajadas y hablar a gritos dificultaba mucho el entendimiento.

En veranito, de vuelta a casa.

Mi Polo también sufrió lo suyo. Cuando me lo llevé a Toledo, aparte de que un día se lo llevó la grúa por tenerlo mal aparcado (el casco de Toledo es lo que tiene, que se tienen que alinear los planetas para que puedas aparcar como Dios manda), otro día me lo robaron, sí, sí, robado y sustraído, vilmente. 
También fue en el casco de Toledo. La noche antes había metido en el maletero unas fotos que mi hermano había tenido expuestas en un sitio muy bohemio de la ciudad, y a la mañana siguiente llego con mi maleta (era viernes), dispuesta a irme a trabajar y después marcharme al pueblo, cuando veo que mi coche no está. Había muchos más coches, pero el mío, no. Por inercia me asomé a un muro que había enfrente y cuesta abajo, pensando si se habría caído al río, a pesar de que para llegar al río mi coche hubiera tenido que atravesar una fila de coches, el muro y una carretera de por medio.
Me pareció tan increíble que me lo hubieran robado que creía más verosímil que de repente tuviera súperpoderes y hubiera decidido darse un chapuzón en el Tajo. ¿Cómo podían robarme mi Polo?, pero si el pobre era de lo peorcito que había en la zona; el más pequeño, el más viejo... No lo entendía y me quedé profundamente triste, pensando que jamás volvería a verlo y sintiéndome como si me hubieran cortado un brazo...
¡Pero apareció!, en Getafe. Mi padre tiene la teoría de que cuando vieron su estado decidieron abandonarlo. Eso sí, consideraron de mucho más valor las fotos de mi hermano, porque esas sí se las llevaron.
Hace un par de años que desapareció de mi vida, mi querido Polo. Tras tenerlo otro de mis hermanos una temporada, acabaron vendiéndolo a un concesionario para comprar otro (algún plan de éstos que das uno viejo y compras uno nuevo). No sé cuánto dieron por él, supongo que poco, muy poco, para todos los años que estuvo con nosotros. La verdad es que puede que suene ridículo, pero me dio mucha pena y sentí como si le traicionara.

Mi Polo.
Yo, tan sentimental, sólo tenía la esperanza de que lo hubiera comprado algún señor que lo utilizaba para ir de su casa a su pequeño huertecito todos los días y que con él enseñaría a conducir a sus nietos. 
Los más despiadados me dicen que ya no existirá o que estará hecho trizas en algún desguace, pero yo me niego a creerlo y cada vez que voy por la calle y veo un Polo rojo, miro la matrícula pensando que me lo voy a encontrar y el dueño me va a dejar dar una vueltecita.

5 comentarios:

  1. seguro q tu Polo tiene otro duende amo q le quiere... eso si no se ha ido nadando al Tajo a acariciar la cintura de una mujer tan bonita como Toledo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un final muy poético y muy romántico para mi Polo, me gusta. Hay quien incluso me ha dicho de broma que estará "en el cielo de los Polos", jajaja.
      ¡Gracias!

      Eliminar
  2. Yo tuve un Renault 11 rojo, mítico. Coche de motor frio donde los haya, había que sacar el starter hasta en agosto para que arrancase. ;-)
    R.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi entendimiento en coches es nula; eso del starter se me escapa, pero me hago una idea del estado de tu coche, jajaja.
      Tu Saxo de ahora está mucho mejor ;)
      Gracias R., siempre estás ahí.

      Eliminar
  3. Seguro que tu Polo sigue dando guerra allá donde esté, estos coches antiguos son superduros y resistentes al máximo con lo que siempre encontrarán a alguien que los sepa valorar.
    Estos coches son como los viejos roqueros, nunca mueren.

    ResponderEliminar