El afecto, el cariño, el contacto físico…, no sé desde cuándo he descubierto lo importante que es, o lo valioso, lo mucho que puede levantar el ánimo y ayudarte a llevar el día.
Mis amigas
siempre me han dicho que soy más seca que un ajo cada vez que les digo
insistentemente “calor humano, hay que dar calor humano”. Es cierto que es aplicable
para todo, para familiares, amigos, pareja…, pero yo lo he descubierto fundamentalmente
con mi hijo. Es un contacto físico y un afecto muy distintos a los que había
conocido anteriormente. No sólo significa tocarse o acariciarse, supone un
alivio, un bálsamo de tranquilidad, el saber que estás ahí, que no fallas, que
tu abrazo no va a faltar jamás; un consuelo, un estímulo, una especie de paz
interior que no sólo tranquiliza, también adormece en la seguridad de que quien
te abraza está ahí y lo estará siempre.
Por eso me
sorprende cuando hay gente que, a una madre que acaba de tener a su hijo, le
dicen “no le cojas que se malacostumbra”. ¿Es una mala costumbre querer que te
abracen, que quieran sentir tu contacto, sentirse protegido después de haber
estado al calor de tu interior durante nueve meses? Pero no culpo a la gente
que lo dice, yo pensaba lo mismo, eso sí, antes de ser madre. Ahora, cada vez
que veo a madres o padres, o a los dos, que ante el lloro de un bebé de días o
de pocos meses dicen “no le cojas, que son muy listos”, me da una pena enorme y
me dan ganas de cogerle yo, y acunarle en mis brazos, acariciarle y hacerle
sentir seguro.
Soy defensora
del calor humano por convicción, porque creo que alivia, tranquiliza y hace
sentir no bien, sino estupendamente. Y sí reconozco que puedo demostrarlo poco
con seres allegados, porque puede que el peso de los años haya hecho callo en
mí a la hora de demostrar afecto a mis amigas, o a mis padres, o a mis
hermanos… Puede que me tachen de poco cariñosa, pero con mi hijo se ha abierto
no una puerta, sino todas las ventanas de la casa, porque me he dado cuenta de que
es una de las mejores medicinas.
Ahora sufro, o
más bien disfruto, los “efectos del calor humano” en mi hijo, porque ya es
grande, pero está acostumbrado a esto, y en cuanto nos descuidamos, nos levanta
la camiseta a mi marido o a mí y apoya su carita contra nuestra piel, nos
abraza con sus bracitos y se ríe.
Así que…, esta
es mi receta: abrazaos, decíos que os queréis, coged a vuestros hijos,
acunadles, susurradles al oído palabras bonitas… Acariciar, sentir, arrullar,
sonreír… ¡A abrazarse todos!, pero un abrazo de al menos seis segundos (según
dice Elsa Punset), para que no se os escape nada y permanezca en vuestra piel
esa sensación tan, tan agradable.
¡¡Grandes consejos Susana!!
ResponderEliminarMe gustan mucho y ahora mismo los voy a ejercer.
Abrazos y Muxuss!! ;-D
¡¡Gracias Amaia!! Yo sigo este consejo siempre que puedo. Te hace sentir taaaaan bien...
EliminarFotos preciosas.
ResponderEliminarFotos preciosas.
ResponderEliminarSusa recomendando abrazos, wooow.
ResponderEliminarEspero proximamente uno de esos abrazos de seis segundos. Muak.
Yo también he descubierto el poder del abrazo recientemente.
R.
Jajajaja, qué malo eres, R. Es cierto que puede sorprender que yo recomiende el calor humano, pero así es!!!!, jajajaaj.
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