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martes, 23 de julio de 2013

Calor humano


El afecto, el cariño, el contacto físico…, no sé desde cuándo he descubierto lo importante que es, o lo valioso, lo mucho que puede levantar el ánimo y ayudarte a llevar el día.

Mis amigas siempre me han dicho que soy más seca que un ajo cada vez que les digo insistentemente “calor humano, hay que dar calor humano”. Es cierto que es aplicable para todo, para familiares, amigos, pareja…, pero yo lo he descubierto fundamentalmente con mi hijo. Es un contacto físico y un afecto muy distintos a los que había conocido anteriormente. No sólo significa tocarse o acariciarse, supone un alivio, un bálsamo de tranquilidad, el saber que estás ahí, que no fallas, que tu abrazo no va a faltar jamás; un consuelo, un estímulo, una especie de paz interior que no sólo tranquiliza, también adormece en la seguridad de que quien te abraza está ahí  y lo estará siempre.




Por eso me sorprende cuando hay gente que, a una madre que acaba de tener a su hijo, le dicen “no le cojas que se malacostumbra”. ¿Es una mala costumbre querer que te abracen, que quieran sentir tu contacto, sentirse protegido después de haber estado al calor de tu interior durante nueve meses? Pero no culpo a la gente que lo dice, yo pensaba lo mismo, eso sí, antes de ser madre. Ahora, cada vez que veo a madres o padres, o a los dos, que ante el lloro de un bebé de días o de pocos meses dicen “no le cojas, que son muy listos”, me da una pena enorme y me dan ganas de cogerle yo, y acunarle en mis brazos, acariciarle y hacerle sentir seguro.

Soy defensora del calor humano por convicción, porque creo que alivia, tranquiliza y hace sentir no bien, sino estupendamente. Y sí reconozco que puedo demostrarlo poco con seres allegados, porque puede que el peso de los años haya hecho callo en mí a la hora de demostrar afecto a mis amigas, o a mis padres, o a mis hermanos… Puede que me tachen de poco cariñosa, pero con mi hijo se ha abierto no una puerta, sino todas las ventanas de la casa, porque me he dado cuenta de que es una de las mejores medicinas.




Ahora sufro, o más bien disfruto, los “efectos del calor humano” en mi hijo, porque ya es grande, pero está acostumbrado a esto, y en cuanto nos descuidamos, nos levanta la camiseta a mi marido o a mí y apoya su carita contra nuestra piel, nos abraza con sus bracitos y se ríe.

Así que…, esta es mi receta: abrazaos, decíos que os queréis, coged a vuestros hijos, acunadles, susurradles al oído palabras bonitas… Acariciar, sentir, arrullar, sonreír… ¡A abrazarse todos!, pero un abrazo de al menos seis segundos (según dice Elsa Punset), para que no se os escape nada y permanezca en vuestra piel esa sensación tan, tan agradable.

6 comentarios:

  1. ¡¡Grandes consejos Susana!!
    Me gustan mucho y ahora mismo los voy a ejercer.
    Abrazos y Muxuss!! ;-D

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    1. ¡¡Gracias Amaia!! Yo sigo este consejo siempre que puedo. Te hace sentir taaaaan bien...

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  2. Susa recomendando abrazos, wooow.

    Espero proximamente uno de esos abrazos de seis segundos. Muak.
    Yo también he descubierto el poder del abrazo recientemente.

    R.

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    1. Jajajaja, qué malo eres, R. Es cierto que puede sorprender que yo recomiende el calor humano, pero así es!!!!, jajajaaj.

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