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jueves, 11 de julio de 2013

Situaciones (II): Sosteniendo conversaciones

Mantener una conversación puede ser muy agradable, agradable o simplemente pasable, pero sostener una conversación, como quien sostiene un huevo duro recién sacado del cazo, que pasa de una mano a otra porque si no te abrasas, eso es un auténtico horror. A veces me pregunto por qué no somos sinceros en esos casos y simplemente decimos "oye venga, que esto es ridículo, ni a mí me apetece hablar contigo ni a ti conmigo; es más, no sabemos qué decirnos, ¿por qué no nos damos media vuelta y vamos a nuestro aire?".

Pero lamentablemente no es así y hay que mantener el tipo como se pueda, porque las conversaciones "sostenidas", como yo las llamo, no ocurren por la calle, cuando te cruzas con alguien conocido; esas son fáciles de concluir, con un "bueno, tengo prisa", asunto zanjado. Las que yo digo suceden cuando estás atrapada en algún sitio, véase, por ejemplo (y que nadie piense que siempre estoy en actos con canapés) en un aperitivo, después de un acto. 

No te puedes ir, tu trabajo te lo impide. La cámara no la tienes, para que te proteja, porque aparte de que no procede que hagas fotos, ya has terminado tu trabajo y te proponen que tomes algo. Entonces llega el horror: ves allí a una conocida, que hace años no veías, muchos años, y que, sin quererlo, se coloca justo a tu lado.

Ella está en la misma situación que tú: por trabajo y esperando a que eso termine para marcharse a otro sitio. Entonces te saludas, te preguntas qué tal y te das cuenta de que en esos 20 segundos transcurridos desde que os saludasteis, las personas con las que hablabas se han dado la vuelta y han hecho corrillo con otros, te han dejado sola con esa conocida a la que le ha pasado lo mismo.



Somos dos ignoradas vilmente, lanzadas sin compasión a la tortura de una conversación sostenida. "¿Qué digo yo ahora?, lo de qué tal ya nos lo hemos preguntado", pienso mientras me inclino sobre la mesa para coger un trozo de tortilla. Como no se me ocurre nada, después de la tortilla, bebo (los sorbos son unos segundos valiosísimos para pensar en un tema de conversación), pero me doy cuenta horrorizada de que solo me quedan los hielos, lo cual queda más ridículo aún. Entonces ella, que está como yo, me dice "Menudo calor está haciendo, ¿eehh?" Uffffffffffffff, muy mal, muy mal, esta chica está haciendo trampa, sólo se debe hablar del tiempo en el ascensor, en trayectos muy muy cortos, porque no da pie a iniciar una conversación; evidentemente no le voy a decir "sí, las isobaras marcan un anticiclón por las Azores". Yo respondo como puedo e intento enrollarme, cosa que es muy complicada. Pero en realidad lo que me gustaría decirle es "oye, no dejo de mirarte a la cara y no paro de preguntarme cómo puede ser que teniendo tres años más que yo no tengas patas de gallo". Pero no se lo digo, evidentemente, y se me enciende la lucecita en el cerebro, ¡claro!, ahora que recuerdo, esta chica estaba casada con alguien del pueblo y tenía un hijo.

Pues rauda y veloz, como si me agarrara a un bote salvavidas, le pregunto qué tal está su chico, que hace mucho que no le veo por el pueblo, "bueno, nos separamos hace ya dos años" (Aaaaarrrrrrggggg, esto es peor que preguntar ¿de cuánto estás? a una chica que, simplemente, tiene unos michelines un poco pronunciados). En ese momento deseé con todas mis fuerzas que algo ocurriera, tipo amenaza de bomba, lipotimia de algún invitado o intento de secuestro del edificio por algún loco perturbado.

Pero nada ocurrió, mi cara imagino que sería un poema y claro, me disculpé diciéndole que no tenía ni idea. "No te preocupes", me dijo tan maja ella. Y entonces, un silencio incómodo, y yo sin poder beber de mi vaso con hielo.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac, "Qué bonito han dejado el edificio", me dice la chica, que evidentemente está tan hastiada de esa situación como yo. "Sí, sí...". ¡¡¡Ya lo tengo!!!, ¿cómo no se me había ocurrido antes? "Disculpa, voy al baño, que de tanto beber...". Quería salir de ahí como fuera, sé que fue una táctica muy cobarde y me daba igual que la chica me imaginara haciendo pipí. ¡¡¡Por fin libreeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!

6 comentarios:

  1. Qué descriptiva, eres muy aguda.
    Vales mucho, nena¡¡

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    1. ¡¡¡Gracias!!! Seguro que a todo el mundo le suena una situación así o parecida.

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  2. El tiempo es un tema tan recurrente. Mis suegros al principio pensaban que era meteorólogo, porque cuando iba solo hablaba del calor, del frió o de las previsiones.
    Lo mejor para librarte es "disculpa tengo que llamar al trabajo que si no se ponen de los nervios...." y pones cara de que esa llamada te apetece aún menos que la conversación forzada que estáis manteniendo.
    R.

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    1. Gracias por tu idea, R., jajaja, es muy buena. No te veía yo como hombre del tiempo... ;)

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  3. Inmaculada González Baonza16 de julio de 2013, 9:28

    Las peores, cuando no te puedes escapar, en una cena, boda, ...y te sientan con quien menos te apetece :-((

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    1. Es cierto Inmaculada, esas también son un horror, y más teniendo en cuenta lo que se alargan las cenas de las bodas.
      ¡Gracias por tu comentario!

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