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martes, 15 de octubre de 2013

Factor sorpresa (I)

La puerta se abrió lentamente. Raúl iba hablando por el móvil y reía a carcajadas. Se quedó parado, parecía que iba a colgar, pero no lo hizo, se acercó al mostrador y tapando ligeramente el teléfono con una mano susurró "un paquete de Fortuna, por favor".

La dependienta del estanco le miraba, casi sorprendida; ella sonreía ligeramente cada vez que él soltaba una carcajada mientras hablaba por teléfono. Siguió mirándole, fijamente, movió su mano de forma mecánica hasta debajo del mostrador y, sin apartar sus ojos de él, puso el paquete de tabaco encima "aquí tienes", le dijo. Pero él no contestó.

Se limitó a sacar un billete de su bolsillo y dejarlo sobre el mostrador. Seguía al teléfono, hablando y sonriendo, y ella seguía con sus ojos clavados en él. Le dio el cambio y, casi al mismo tiempo, Raúl colgó el teléfono. Por primera vez desde que había entrado, reparó en ella y la miró con interés, "gracias, eehh, hasta luego", dijo Raúl.

Dio media vuelta, fue hacia la puerta pero antes de abrirla volvió sobre sus pasos, lentamente, y con esa sonrisa encantadora le dijo:

- Oye, ¿no nos hemos visto antes?
Ella se quedó callada, sonrió, pero no dijo nada. Raúl insistió:

- Perdona que insista, pero tu cara me resulta muy familiar. No suelo venir mucho por esta zona, en fin..., no sé..., tal vez esté equivocado, ¿cómo te llamas?
- Sonia -contestó ella. De repente se había quedado muy seria- Lo siento, no creo que nos conozcamos, a mí tu cara no me suena de nada.
- Sí, sí, perdona, estaré confundido. Gracias. Hasta luego.

Raúl se marchó y Marisa respiró hondo; estaba tensa, tenía la sensación de que sus músculos estaban paralizados desde el momento en que él entró por la puerta. Ella también le había reconocido, pero sin dudarlo, sin un atisbo de incertidumbre. Su cara, su sonrisa, su voz cantarina y masculina, sí, era él. Pensó que tal vez no era cierto que a él le sonara su cara; probablemente se sintió atraído por Marisa, ella era guapa, atractiva, y él un seductor con más cara que espalda que seguramente había utilizado el manido recurso de "¿nos conocemos de algo?" para iniciar una conversación y tal vez algo más.

Pero ya daba igual, se había marchado. Pasaron unos minutos, se sintió más serena. Y con la calma que da la distancia, se llamó tonta a sí misma, ¿por qué no le había retenido?, ¿por qué le había dado un nombre falso? Siguió pensándolo minutos, y más minutos; llegaron más clientes, se marcharon..., y cuando la hora de cerrar se acercaba, volvió a abrirse la puerta.

A Marisa le dio un vuelco el corazón. Era Raúl de nuevo, sonreía ligeramente y parecía algo nervioso. "Ahora no te escapas", pensó la estanquera.

6 comentarios:

  1. ¡ja ja ja! ¡¡Yo quiero más, Susana!!
    No se puede dejar al lector con el caramelo en la boca... ;-)

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  2. Ayy, que intriga, no vale.
    La Marisa esa a mi también me suena si si si.

    R.

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    1. Sí, sí, Marisa está inspirado en un personaje que ha rondado por mi cabeza mucho tiempo, jajaja ¡y tú sabes cuál!
      ¡Gracias R., como siempre!

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  3. Me ha encantado..que pasara a continuacion?..solo tu tienes la respuesta..de modo que tus fieles seguidoras del blog esperaremos con ilusion...

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    1. ¡Muchas gracias Belentxo! No sabes lo que me alegra leer tu comentario.
      Espero no defraudar a mis fieles seguidores ;)

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