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lunes, 9 de septiembre de 2013

Qué pasó anoche (II)

Carlos se quedó con el teléfono en la mano, mirándolo con cara de póker. Decidió no volver a llamar a Julia, la cosa estaba liándose y ella parecía cada vez más enfadada. No sabía qué hacer, estaba dispuesto a no admitir nada hasta que ella no hablara. Conocía ese tipo de faroles; dices algo, lo insinúas, tiras de la lengua y, al final, la persona acorralada, pensando que le han pillado, canta por soleares.

No, no, era una trampa, estaba seguro. Comenzó a repasar mentalmente todos sus pasos de la noche anterior cuando el sonido de un mensaje en su móvil le sacó de su concentración. Resopló y con cierto temor lo abrió

“¿¿Estaba buena??”

Su primera reacción fue saltar del sillón de un respingo. Comenzó a ponerse muy nervioso. Notaba el sudor en sus manos y de repente empezó a picarle todo el cuerpo. ¿Cuándo había sido?, ¿en qué momento le había visto?
No podía ser.
Descartó la idea.
No pudo haberle visto.
Tuvo que ser alguien, otra persona, la que se lo haya dicho a ella.

¿Y si alguno de sus amigos se la ha jugado?

Cogió el teléfono nervioso y marcó el número de Luis. Apagado. Siguió con Ramón. Apagado también. Mejor no seguir, pensó. Esto es ridículo.

Tenía una resaca monumental y prefirió salir a la calle, a que le diera el aire. Se dejó el móvil en casa, a propósito. Se estaba volviendo majara, ¿por qué no le hablaba claro en lugar de andar con los mensajes de intriga? "Me está acorralando", pensó. Lo mejor sería negarlo todo, no era él, sería alguien parecido. Al fin y al cabo chicos altos y morenos hay a miles en la ciudad. Él se había cuidado de que no le pillaran. "Joder, menudo lío...".

La calle le despertó de su letargo y aflojó un poco sus nervios. La gente iba de un lado a otro, los coches circulaban normalmente..., pensó que adoraba Madrid y que, pasase lo que pasase, siempre le quedaría su ciudad, donde perderse y pasar de todo.

Paseó bastante tiempo, mucho, Princesa, Plaza de España, Gran Vía..., torció por la calle Fuencarral y acabó en la Glorieta de Bilbao. Entró en un bar y tomó un café con leche; ni siquiera pudo sentarse. Volvía a estar nervioso, volvía a picarle el cuerpo. Cuanto más cerca se sentía de casa, peor se encontraba... Bebía mientras pensaba, pensaba mientras bebía. Un empujón le sacó de su sopor, "balato, balato"; ni siquiera pudo contestar, se había echado encima lo que quedaba del café con leche y salió del bar despavorido con todo el lamparón sobre su camiseta blanca.

Decidió volver, necesitaba dormir algo. No creía que Julia volviera a casa; al menos no hoy, al menos no esta mañana. Llegó a Valle Suchil y torció por Rodríguez San Pedro. Iba andando tranquilamente cuando, casi ya en la esquina de su edificio la vio.

Allí estaba Julia, abriendo la puerta y entrando en el portal.

8 comentarios:

  1. Mira que les estás dando cuerda e intriga, venga para cuando el (y definitivo)

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    1. Me gusta tu comentario, eso significa que estás intrigado. No se alargará mucho la cosa...

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  2. Que intriga. Estoy deseando conocer el desenlace. Me encanta.
    R.

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    1. Gracias R. Me dan ganas de hacer una encuesta a ver qué final se imagina la gente. Tus ocurrencias seguro que serían buenísimas, jajajaja.

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  3. cuanto cabrón hay suelto jajajaja

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    1. Pobrecito Carlos, no le juzguéis tan pronto... Aunque cualquier cosa se puede esperar.
      ¡Gracias!

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