Tradúceme

lunes, 9 de febrero de 2015

Situaciones (IX): ¿Cómo decirlo?

Llego a casa agotada después de una mañana de mucho trabajo, reunión con mis compañeras y, después, con uno de nuestros clientes más importantes. Suelto el bolso, me quito el abrigo, suspiro profundamente y voy al cuarto de baño a quitarme las lentillas. De repente me miro, ¡¡¡¡¡aaaaaaaarrrrrrrrrrggggggggggggggggg!!!!!!, vuelvo a mirar

¡¡¡¡¡¡¡¡NO PUEDE SEEEEEEEEEEEEERRRRRRRRRRRRRRRRRR!!!!!!

Tengo un moco verde y medio seco asomando descaradamente de una de mis fosas nasales. Asomando es poco, tiene más de medio cuerpo fuera, como queriéndose tirar por un precipicio pero bien amarrado para no caer. ¡¡¡¡¡¡Dios mío!!!!!!, ¿¿¿¿desde cuándo estás ahí????, ¿¿¿¿en qué momento apareciste?????, ¿nada más salir de casa?, ¿a media mañana, después de ese estornudo tan fuerte tras el que mis compañeras me miraron con cara de repelús?

 ¿¿¿¿Por qué no me he dado cuenta????, y..., lo peor de todo ¿¿¿¿por qué nadie me ha dicho nada??? Voy rauda y veloz a mi bolso, saco mi móvil con las manos temblorosas, se me cae al suelo, sudo, lanzo un grito desgarrador, me conecto al wasap y escribo a una de mis compañeras "¿tenía esta mañana un moco asomándome por la nariz?" y me contesta "SÍ", "¿y por qué no me lo has dicho?" le pregunto furiosa (bueno, ella no podía intuir que estaba furiosa porque no me estaba viendo, ni oyendo). No me contesta, vuelvo a preguntar "Oye, mocosa, nunca mejor dicho, ¿que por qué no me has comentado nada del moco en mi nariz?". Parece que mi compañera vislumbra que estoy que trino y ella, lejos de achantarse, se crece, "pues no lo sé, me ha dado vergüenza, a mí qué me importa, yo estaba a mis cosas, tampoco me he fijado mucho". 

Dejo el móvil, mejor no seguir con esta conversación de besugos. Vuelvo a mi dormitorio, me miro en el espejo de cuerpo entero: vestido monísimo, zapatos de tacón ideales para mi atuendo, pelo al viento gracias a mi nuevo champú, brillo de labios, colorete, un ligero toque de rímel para mis largas pestañas, ¡¡y el moco!! Es increíble cómo una cosa tan minúscula e insignificante es capaz de eclipsar a toda una persona que precisamente hoy se ha puesto divina de la muerte.

Desde aquel día, cuando estoy con alguien de trabajo o similares, no dejo de tocarme la nariz o ir al baño para ver si hay algo que asoma.


Yyyyyyy, que levante la mano a quien no le haya pasado algo parecido: que ves que tenías un moco en la nariz y te preguntas desde cuándo ha decidido acompañarte y cuántas personas lo habrán visto y no te han dicho nada por vergüenza.

Sí, sí, vergüenza, porque hay que tener muchísima confianza con la otra persona para que te lo diga, "oye, tienes un moco, quítatelo". No es fácil, igual que no lo es escucharlo, ¿por qué será, si es algo tan común como ir al baño? Pero no, cuando nos lo dicen la sensación es muy humillante, muy patética, te sientes como si te dieran un tomatazo en toda la cara.

¿Pero y decirlo? Uffffffffff, entiendo a mi compañera, yo tampoco lo hubiera dicho. Sin embargo, el que más sufre en esta situación es el que está viendo el moco, porque al fin y al cabo el portador de él las va a pasar canutas cuando llegue a casa y se lo vea (con suerte se caerá antes de que se entere y se irá de rositas), pero antes no, él ignora la existencia de esa cosa que sale de su nariz. Sin embargo tú no, tú hablas con esa persona, gesticulas, sonríes, y no puedes evitar mirar al moco una y otra vez. Te da asquito, pero está ahí, asomado, como saludándote, y tú sin poder decir nada, deseando que la conversación acabe cuanto antes.

Que le pregunten a los hombres hacia dónde se le irían los ojos una y otra vez sin remisión si estuvieran en una cafetería, frente a una chica con un escotazo de aúpa y un moco saliendo por su nariz. Yo sé la respuesta, aunque nadie lo admita.

Por desgracia no tengo la fórmula para que ni el que dice ni al que se le dice pasen un momento de lo más cortante ante esta situación, muy similar a cuando ves alguien con la bragueta abierta o con una mancha fea y hasta sospechosa en el jersey (¿lo sabrá?) o con unas pintas de zolocho que tiran para atrás.

Yo opto por decirlo, aunque duela. A mí me gustaría que me lo dijeran, aun a riesgo de ponerme como un tomate, pero al menos te lo han dicho. Aunque hay una situación en la que mejor no decir nada ni que te digan: cuando empiezas a salir con alguien. Te maqueas, te pones estupenda y ¡zas! o, lo peor de todo, estás con ese chico que te encanta, le miras, os sonreís y..., ¡zas!, ahí está el moco. ¿Qué hacer? Mejor nada, esperar que pase cuanto antes, rezar para que en la próxima cita no haya visitantes incómodos..., y cerrar los ojos cuando os deis el beso de despedida y no abrirlos hasta no entrar en casa.

(NOTA: si el chico en cuestión tiene otro moco en la segunda cita, pensad muy bien si queréis seguir con esa relación "a tres")

2 comentarios: