Tradúceme

viernes, 13 de febrero de 2015

Me han regalado un melón

Hoy me voy a poner cursi, que me apetece, oie.

Resulta que mi marido, para el día de los Enamorados, me ha regalado un melón. Lo que es un melón de verdad (véase foto), con su cáscara, sus pipas por dentro y su sabor a pepino, porque un melón en febrero no puede saber más que a pepino o, como mucho, como dice mi suegro, "por donde pasa moja" (traducción: no sabe a "ná" pero por lo menos refresca).

Diamante con forma de melón.
Para mí este regalo ha sido doblemente especial. Primero, porque ha venido dos días antes del día de los Enamorados, y segundo, porque es la primera vez, en nuestros más de 10 años de relación, que me regala algo con motivo de este día tan mega-chachi. Aunque, para ser sincera y con el corazón en la mano, lo primero que pensé fue "menuda mierda de regalo". Pero luego, recapacitando, pensé que qué cosa tan bonita y estupenda es que tu marido, sabiendo que a ti la fruta ni fu ni fa y que la que más te gusta es el melón, se haya acordado de ti en la frutería y haya decidido gastarse el pastón de 6 euros, para que tú comas más fruta y menos chocolate. Es taaaaaannn romántico. La cosa fue así:

Llego de trabajar. Él está en la cocina y me dice:

- Te he comprado una cosa que te va a gustar.
- Aaaahhh -digo yo poniéndome nerviosa-, ¿y qué es?

Ante la cercanía del Día de los Enamorados pensé "jo, qué encanto, ¿qué será?, una pulsera, un anillo, un colgante, un ramo de flores. ¡¡o mejor un bolso!!".

- Está en el frigorífico -me dice. Ante lo cual, descarté todas las cosas que acababa de pensar. ¡¡Bueno!!, no estaba mal, porque si el regalo estaba en el frigorífico, entonces es que era una tarta, pasteles o algo por el estilo. Así que lo abro emocionada y...

- No veo nada -le digo
- El melón, que te va a comer.

Señor, menudo melonaco, "este quiere que haga la dieta del melón", pensé empezando a cabrearme por segundos.

- ¿Pero qué clase de regalo es este?
- Bueno, no sé, como sé que la fruta no te va mucho y que lo que más te gusta es el melón, pues he pensado en comprártelo. De todas formas, nadie ha dicho que fuera un regalo.
- ¿Ah no?, ¿no es el regalo de San Valentín?

Mi marido me mira con cara de póker primero y luego con cara de lelo. "Aaahh, ya", pienso yo, "el regalo de San Valentín es otro".

- Puesssss, sí, bueno, tómalo como el regalo de San Valentín, es un diamante con forma de melón, ¿te gusta?

Señor Dios Mío Jesucristo, pero qué chistosillo está el desgraciao y qué ingenuidad la mía, resulta que me quiere apañar con un melón. Bueno, pues nada, esperaré al año que viene y miraré el lado positivo, que todavía no sé exactamente cuál es.

- ¡¡Me encanta!!, muchas gracias.
- ¿Y tú qué me has comprado? -me pregunta emocionado.
- ¿Yoooo?, pues lo estaba pensando, pero creo que ya nada, has dejado el listón muy alto. Comparto mi regalo contigo, que es más romántico.

Nueva cara de póker de mi marido.

- Y bueno, ya sabes, mi regalo especial es cada día el amor tan grande que siempre te profeso.
- Eeeeehhhh, sssssíiiii, vale, gracias -me dice dando un paso hacia atrás y saliendo despacito de la cocina como espantado.

Él no está acostumbrado a estas declaraciones de amor tan profundas, igual que yo tampoco lo estoy a que me regalen un melón, así que mejor esta tarde voy yo misma a comprarme mi regalo, que seguro que acierto. 

6 comentarios:

  1. Me parto de risa, buenisimo....
    Aunque no haya diamantes, al menos se nota q hay humor y amor¡¡¡

    ResponderEliminar
  2. Me parto de risa, buenisimo....
    Aunque no haya diamantes, al menos se nota q hay humor y amor¡¡¡

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno Susana, como siempre. R

    ResponderEliminar
  4. Me parto al imaginar la cara que pondrías al recibir el melon

    ResponderEliminar
  5. Ese hombre se merece un altar. R.

    ResponderEliminar