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lunes, 15 de septiembre de 2014

Cómo (no) recuperar la figura después del embarazo

Estoy harta de leer recomendaciones acerca de cómo recuperarte después de los nueve meses de engorde indiscriminado. Al final todas dicen lo mismo: comer poco y hacer ejercicio; que si mucha pechuguita de pollo a la plancha, que si nada de chocolate, pero todas empiezan con cosas tipo "¡Vamos, anímate, no se pasa nada de hambre y es muy fácil!, ¡yo me he recuperado en sólo dos meses e incluso estoy más delgada que antes!".

Yujuuu, pienso yo, y leo ávida de encontrar la fórmula mágica, pensando que, esta vez, sí me darán una alternativa compatible con mi estado actual: mucha hambre y escasísima fuerza de voluntad. Porque no sé si será que doy el pecho o que, simplemente, yo siempre he sido de buen comer, pero yo, ahora, me comería a Dios por los pies, pero me lo comería envuelto en chocolate y relleno de chocolate, porque mi cuerpo me pide dulce, ¡y del bueno!

Así que yo tengo mis propios consejos, reflexiones, recomendaciones, para aquellas que los quieran seguir. Son tan valiosos que sirven hasta para las que no han estado embarazadas. ¡¡Seguidlos y veréis cómo la báscula no os da más disgustos!!

1. Que no te afecten, días y días después de haber dado a luz, los comentarios tipo "¿cuándo te toca?"
Son un poco frustrantes, pero por otro lado comprensibles. El tamaño de mi barriga durante muchos días después del parto era considerable, tanto que hasta mi hijo me preguntaba que si tenía otra hermanita allí dentro. Pero lo peor es la cara de póker que se le queda a la gente cuando les dices que "no, no, si ya he dado a luz, lo que pasa es que ha sido hace muy poquito, y ya sabes...".
Entre la gente que te pregunta hay dos grupos: los que te conocen un poco y te han visto embarazada, entonces si te ven por la calle con tu hijo mayor únicamente y sin el carrito del bebé, te dicen que cuánto te falta, "muy poco para cagarme en tus muertos", piensas tú; y luego están los que no te conocen nada de nada. En este último caso tengo una situación de lo más humillante y totalmente real sucedida hace escasamente un mes: estoy en una tienda, con mi hijo y además el bebé en el carrito, y el dependiente me dice "vaya, vaya, el grande es tuyo, el del carrito también y ¿además viene otro en camino?"

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿Cómoooooooooooooooo???????????????!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me dieron ganas de hacer esto


...pero en lugar de eso respondí educadamente, que estaba mi hijo delante. El dependiente se llevó tal corte que en lugar de regalarle al niño una piruleta, me la dio a mí.

2. La faja, tu nueva aliada
Aparte de muy necesaria porque, al principio, si vas sin ella te duele la tripa, los riñones y la espalda, al menos a mí, que he tenido una barriga del tamaño de tres sandías, realmente disimula y evita que se note que llevas ahí una tripa blandengue como un megaflotador desinflado.

Mi adorada faja, ¡cuánto te quiero!

Mi matrona me dijo que no abuse de ella, sin embargo dos señoras mayores de estas que te dan su opinión por la calle sin pedírsela, me dijeron que me la ponga a todas horas, y yo les hago caso, que las abuelas saben mucho. Ahora mi faja y yo somos inseparables, hasta hablo con ella, que es la única que me entiende.

3. Comer 5 uvas no cuenta como las 5 piezas de fruta que se supone que hay que tomar cada día
Lo de la fruta también es una batalla que intento librar cada día. Hay temporadas que como mucha, pero porque me obligo a mí misma, si no, el cuerpo jamás me pide comer ni una mísera cereza. Tal vez, en verano, con el calor, el melón o la sandía... Pero es que yo me parto cuando la gente dice "cómete una manzana para matar el hambre", ¿¿¿matarlo???, yo con una manzana no mato el hambre, lo resucito, lo revivo y lo convierto en un monstruo.

4. No vale comerse un kiwi después de un bocadillo de Nocilla para sentirse mejor
Lo del chocolate y sucedáneos es mi perdición, por eso muchas veces, para autoconvencerme de que como fruta y de que ¡qué sana me siento!, me tomo  un kiwi después de haber digerido un bocata de Nocilla, así, por todo el morro, como si fuera mi último día en la Tierra.

5. La panceta no es pescado
¡¡Esta no es la merienda ideal para recuperarte!!
El pescado está muy rico, alguno, a veces, en ocasiones, pero en mi casa, para tomarlo tenemos que instaurar "el día del pescado" o "la noche del pescado", porque si no no hay manera de que entre en mi casa cualquier pececillo. Y es muy duro tener frente a ti un filete de merluza hervida, que dan ganas de llorar pensando que lo único que puedes mojar con el pan es el agua de hervirla..., cuando llega tu marido y te dice "quedan dos tiras de panceta en el frigo, ¿las hacemos?", y pasa en este caso como con el kiwi, que te comes la merluza, pero para quitarte ese saborcillo que deja en la boca, te zampas esa panceta chorreante con el pan y, entonces, sólo entonces, eres la persona más feliz del mundo.

6. Darte un homenaje cada noche con un vaso de Cola-cao y una magdalena antes de ir a dormir no es muy aconsejable
Vale, lo reconozco, eso lo hago yo casi todas las noches, porque las magdalenas me chiflan y porque, teniendo en cuenta que ceno como dos horas antes de irme a la cama, como no coma nada antes de acostarme tengo tal agujero en el estómago que esa noche, seguro, sueño que trabajo en una pastelería y no puedo tocar nada.

En mi defensa diré que con mi primer hijo no sólo tomaba la leche con magdalena antes de irme a la cama, sino que además la tomaba después de dar el pecho al niño de madrugada.

En mi cocina queda una magdalena y he jurado y perjurado que cuando me la coma no voy a comprar más en una temporada.

7. No hace falta comerse media barra de pan de una atacada mojando el aceitito del pollo frito
 Después del chocolate, para mí, mojar el pan en salsas, aceite de pollo frito o ensaladas es lo más parecido a tocar el cielo, ¡¡pero qué rico!! Y claro, esto choca de bruces con todas las recomendaciones de comer no sé cuántos gramos de pan al día. Creo que en una ocasión hice la prueba y esos gramos corresponden a ¡dos rebanadas minúsculas!, ¿pero esto qué es?, una miseria. 

Yo, como buena nieta y sobrina de panaderos digo que el pan es nuestro amigo, y si es acompañado, más todavía.

8. Después de comer puedes tomar un cuadradito de chocolate, ¡pero sólo uno!
Es muy difícil ponerse ese límite, ¡es casi imposible! Yo me tomo el cuadradito de rigor, para endulzarme después de la comida, pero es que al final, mientras recojo la cocina o simplemente mientras mantengo con mi marido la típica conversación de sobremesa, hago tantas visitas al frigorífico a por "sólo otro cuadradito", que al final acabo sacando la tableta entera.

¿¿¿Pero qué voy a hacer??? Si para mí las comidas tienen sentido sólo porque sabes, piensas, te relames esperando el momento en el que en tu boca se derrite el chocolate, ¡¡¡mmmmmmmmmmmm!!!!

9. Estar sentada en el parque parloteando con las amigas-mamis mientras vigilas al niño por el rabillo del ojo no es hacer ejercicio
Se supone que hay que andar una hora al día, o correr o hacer algún tipo de ejercicio por el estilo. Eso ya lo hace mi hijo por mí cuando bajamos al parque. Él corre, salta, juega a la pelota, desafía las leyes de la gravedad, se despeña desde el tobogán (sus dientes siguen intactos, por raro que parezca), mientras yo me siento, con mis coleguis, a cotorrear como buenas marujas, y eso no es lo peor, otras veces nos vamos directamente a tomar unas cañitas a algún bar cercano con terracita o columpios donde los niños puedan seguir haciendo ejercicio por nosotras.

Al menos tengo la decencia de pedirme Coca-cola Zero, eso sí, sin renunciar a la tapita.

10. No vale hacerle a tu hijo el bocata de chorizo más grande para que le sobre
Cuando te comes lo que le ha sobrado no sé por qué, pero no te sientes mal, y mucho menos si le sueltas lo típico de "la comida no se deja en el plato, anda trae, ya me lo comeré yo, que tirar el pan es pecado, y si lleva chorizo, más todavía".

11. Enfréntate con dignidad a tu antigua ropa

Este es un reto al que aún no me he enfrentado. Mis innumerables vaqueros anteriores a mi embarazo me esperan en el cajón; todavía no me he probado ni uno porque tiemblo al pensar en ese momento. Cuando abro el cajón para hacerlo noto cómo me miran con ese ojo que tienen por botón y me dicen "pruébame..., pruébame..., a lo mejor así te olvidas de la magdalenas, de la panceta, del pan mojado en aceite...".

No sé si me abrocharán, si no lo harán, si tal vez pueda ponérmelos pero antes debería hacer ejercicio a ver cuánto tiempo soy capaz de estar sin respirar...

Pienso muchas veces con cierta sensación de derrota que si me olvidara de muchas cosas que como, si hiciera otras muchas cosas, como tener más acelgas en mi frigorífico y menos chorizo pamplonica, conseguiría quitarme esos kilitos (o kilazos) que todas las mujeres creemos que nos sobran, pero luego pienso "pero qué estoy diciendo, ¿y lo feliz que soy con mis pequeños y grandes placeres culinarios y con esos cuadraditos de chocolate de después de comer?"

3 comentarios:

  1. Muy bien Susana, así se habla!

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  2. Claro que sí; que alguien diga de una vez lo ricas que están muchas cosas, jajaja .

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  3. Es que la panceta y el chocolate están buenisimos!

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