Tradúceme

miércoles, 2 de abril de 2014

Situaciones (VII): Tiendas trampa

Antes de entrar en una tienda a la que sólo quiero ir a "mirar", observo a través del escaparate si hay clientes comprando, o mirando, o lo que sea, algo que no haga que esté yo sola en la tienda, que suele ser pequeña, con la dependienta, y enfrentarme al típico "¿Te puedo ayudar?".

Las que hayan leído este párrafo y se sientan muy seguras de sí mismas cuando se ven en esta situación pensarán "bueno y qué si hay alguien o no, tú entras y punto". Pero no, yo no estoy metida en ese grupo, yo necesito que me dejen a mi aire y que no me pregunten, ni estén detrás, ni me agobien. En más de una tienda y más de dos me he comprado algo por comprar, por vergüenza a no llevarme nada, porque la dependienta ha sido tan sumamente maja conmigo o le he dado tanto el coñazo que, al final, aunque no me guste nada, acabo llevándome lo más barato, por comprar algo.

Pero no voy a detenerme en la situación de ser yo la plasta (eso daría para otro post), la que hace que le saquen 20 sujetadores y 40 bragas y al final no se lleva nada, dejando el mostrador de la tienda como un cajón de éstos de rebajas donde puedes revolver lo que sea. Prefiero hablar de las "tiendas trampa", o las dependientas "ladinas", que se dedican a embaucarte con su sonrisa encantadora, con sus palabras aduladoras o, peor que todo eso, diciendo a tu hijo toda clase de gracias, regalándole piruletas e incluso, y esta situación es real, subiéndole a su silla del mostrador y enseñándole en el ordenador unos dibujos animados para que tú puedas mirar tranquilamente la tienda entera, probarte lo que te dé la gana mientras ella te dice "tranquila, tranquila, tú mira lo que quieras, que ya le vigilo yo". ¿Quéeeeeeeeeeeeeeee??, ¿cómo vas a salir de esa tienda sin llevarte ni un solo trapo?, imposible. Y lo peor de todo es que empiezas a apurarte muchísimo cuando, tras la prenda número 15 que llevas probada, compruebas que ninguna te convence, con el consiguiente dilema "vale, vale, ¿qué hago yo ahora?, mi hijo lleva más de 30 minutos hipnotizado con Peppa Pig, yo estoy desmantelando la tienda y ¡¡¡no me gusta nada!!!".

Entonces miras las etiquetas a toda velocidad, porque quieres salir de allí, y empiezas a clasificar entre lo carísimo, lo que no está mal de precio y lo que está tirado de precio. Como suele ser habitual, de esta última categoría no te gusta nada, así que vas a la categoría central, y clasificas entre lo que no te gusta nada y lo que te gusta ni fu ni fa; vuelves a probarte otras cuantas cosas y eliges algo, "esto mismo, total, son 20 euros".



Sales del probador apuradísima, la chica sigue con su sonrisa hasta el infinito y dejas la prenda elegida en el mostrador, "¿qué tal?", "pssss, bueeeeno, es que tienes tantas cosas que no sé cuál elegir". Madre mía, menuda respuesta ridícula. Imagino que la dependienta está acordándose de toda mi familia, y más aún cuando, casi dispuesta a pagar, ves unos pendientes pasables por 6 euros, de estos que te dejan la oreja como un tomate deshidratado, "ay, me los llevo", y dejas la prenda de 20 euros olvidada, así con disimulo, pagas los pendientes, coges a tu hijo en volandas y con una sonrisa enorme dices "bueno, muchísimas gracias, me encanta todo, hasta pronto". Ufffff, la cosa me ha salido por 6 euros, no está mal.

Pero, ¿a quién le manda a ella pelotear a mi hijo y ponerle Peppa Pig?, si lo hubiera dejado tranquilo no habría podido probarme ni cuatro cosas, y ahora ella no tendría que estar colocando de nuevo toda su colección.

Pero es peor cuando te captan para el tema cremas faciales. Las dependientas son encantadoras, te dicen "bueno, a ti no te hace falta una antiarrugas, pero sólo te la sugiero por prevenir" (¿será mentirosa la tía?, si tengo unas patas de gallo que se podría formar un corral); te enseña la crema más cara, que huele fenomenal y encima te hace creer que con ella se van a borrar todas tus arrugas. Porque eso sí, deben de tener los espejos trucados, porque te echan un poco alrededor de los ojos y ¡zas!, ¡qué joven estoy de repente! Entonces piensas que cómo vas a desaprovechar esa oportunidad, que total 80 euros no es dinero si te desaparecen esas arrugas. ¡Noooooooooooooooooooooo!! Ay, a mí una dependienta me ha llegado a decir que la crema que iba a comprar era igual que si me bebía al día 2.000 litros de agua. ¿¿¿¿Cómoooooooooooo????, tuve que disimular para no soltar una carcajada, ¡¡si me bebo esa barbaridad no sería humana, sería una ballena!!



¿Y las que te salen con que, anda, date un capricho, que te lo mereces, que para eso trabajas? Ufffff, esta situación también es real, en el Corte Inglés. Una dependienta me pilló mirando un bolso de 600 euros, que jamás compraría, pero lo miras, te lo cuelgas, te ves en el espejo y te gustas, nada más, luego lo dejas en su sitio. Fue tan pesada que tuve que inventarme que si llego a casa habiéndome gastado 600 euros en un bolso mi marido me la lía.

Pues la tía, como nuevo argumento me dijo "anda, anda, cuántos años llevas casada", "cuatro", le respondí, "claro, es que yo llevo 14. Cuando lleves lo que yo te darás cuenta de que tu marido no tiene por qué enterarse de lo que haces; te lo mereces, date un homenaje". Esa vez sí tuve seguridad en mí misma y, claro, salí de allí sin bolso, ni pendientes ni nada, "prefiero darme el homenaje en la tienda de helados de la esquina".

2 comentarios:

  1. Que pesada la del bolso!! La recuerdo aun.
    R

    ResponderEliminar
  2. Jajaja. Tienes q aprender a tener la cara mas dura y hacer tu antojo sin q te condiciones moralmente si está bien o no comprar algo por que la dependienta sea tan virtuosa de ponerte en compromiso. Solo piensa q esa persona está para vender pero tu no tienes porqué quedar bien con ella comprando algo, no es una amiga o conocido con quien debas cumplir o quedar bien.

    ResponderEliminar